Hibai Arbide Aza | Diagonal | 31/12/15
Hace menos de un año, Syriza ganó las elecciones con el lema ‘Llega la esperanza’. Parece que ha pasado un siglo. Perdida la esperanza, perdida la ilusión, los problemas continúan sin hallarse solución.
El feminismo y las cuestiones de género fueron relegados desde el inicio demostrando que, en Grecia, la no presencia de mujeres en el gobierno es sólo la punta del iceberg.
A pesar de ello, los primeros cinco meses de Syriza –los únicos en los que gobernó con un mínimo de autonomía– fueron esperanzadores. Pusieron en marcha tímidas políticas redistributivas y detuvieron privatizaciones. Pero, sobre todo, inauguraron la primera fase de conflicto político-institucional en la Europa neoliberal.
Las elecciones de Portugal, España e Irlanda estaban cerca. Por eso los mercados financieros y sus representantes políticos fueron absolutamente intransigentes.
Los mercados financieros y sus representantes políticos entendieron perfectamente el desafío. Comprendieron que una victoria de Grecia, por mínima que fuera, habría originado una reacción en cadena. Las elecciones de Portugal, España e Irlanda estaban cerca. Por eso fueron absolutamente intransigentes.
Las finanzas decidieron
El referéndum sobre la austeridad fue un intento de contraponer la legitimidad democrática y la lógica financiera. La democracia ganó en las urnas pero las finanzas se impusieron. El BCE situó a Grecia al borde de la expulsión de la eurozona habiendo garantizado antes que los bancos griegos no tenían liquidez. Dicho más simple: ni siquiera los economistas que propugnaban la salida del euro como Lapavitsas consideraron el Grexit una opción viable en esas circunstancias.
Ante esa situación, el Gobierno griego firmó el tercer rescate. Constatamos tres duras obviedades: los mercados financieros no tienen compasión, están dispuestos a consentir y provocar crisis humanitarias en el seno de la UE y la legitimidad democrática no es un elemento que les preocupe en absoluto.
Las medidas contenidas en el rescate, lejos de solucionarla, están agravando la crisis
Tsipras y el pueblo griego fueron derrotados. Merkel y Sachäuble decidieron humillar a Grecia para educar al resto. Aunque, como dice el protagonista de la novela Q, “la derrota no vuelve injusta una causa. No lo olvides nunca”.
Tsipras volvió a ganar las elecciones de septiembre por tres razones. La primera, que los griegos valoraron más el esfuerzo que el resultado. A pesar de la aprobación del tercer rescate, el 35% de los electores consideró que, a diferencia de gobiernos anteriores, Tsipras sí intentó plantar cara. La segunda, que no consideraron la firma del rescate una traición sino una derrota. Es decir, creyeron que quien ejerce un chantaje tiene mayor responsabilidad que quien cede al chantaje. Y, tercera, porque Syriza no tiene casos de corrupción, a diferencia de ND y Pasok.
Pero el pasado es pasado y por él nada hay que hacer, el presente es un fracaso y el futuro no se ve. En Europa sólo hay futuro si cambia la relación de fuerzas. Un Estado sólo no puede revertir las políticas de austeridad. La cuestión de la deuda sigue abierta y sigue siendo el aspecto más importante de la crisis helena. Las medidas contenidas en el rescate, lejos de solucionarla, están agravando la crisis. Hasta que no se imponga a los acreedores una reestructuración, no hay futuro.
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